Oklahoma 148 es la dirección de la casa donde pase mi
infancia y adolescencia, los textos de esta colaboración tienen que ver con
esos años y las reflexiones que hago 40 años después.
En Dakota había una tlapalería. En Pensilvania una taquería,
una tortería, una farmacia, una verdulería y un enorme tobogán. Las bicicletas
las reparábamos en Rochester. Nueva York siempre cosmopolita albergaba un
restaurante polaco y una tienda de productos japoneses cuando no se había
popularizado el sushi y un día a la semana un mercado sobre ruedas que va de
Georgia a Alabama.
Mi primera escuela estaba Georgia y después me cambiaron a
otra que aún existe en Alabama donde terminé mis años preescolares.
El parque al que íbamos a jugar está delimitado por Alabama,
Nueva York, Pensilvania y Nueva York.
En los años setenta los niños podíamos salir a la calle sin
mayor problema y por lo general hacíamos los mandados de nuestras casas.
Oklahoma termina en Indiana y los fines de semana por la mañana realizaba una
caminata interestatal que cruzaba Luisiana para llegar a Alabama donde compraba
El Excelsior para mi padre. En la temporada del futbol americano de la
ONEFA, esa misma línea recta marcada por Indiana nos llevaba al Estadio de la
Ciudad de los Deportes donde veíamos jugar a los Condores de la UNAM, en esa
época mi cuarto estaba decorado con unos pequeños banderines de fieltro que
vendían en el estadio con los equipos de la liga. Más de una vez a la semana
caminaba por Pensilvania en el extremo opuesto de la cuadra para llegar a la
esquina con Texas donde se encontraban la tienda donde compraba cigarros a mi
madre. La tienda de El Chino quien no tenía nada que ver con aquellos que a
principios del siglo XX llegaron al norte de México y Sur de Estados Unidos, si
no que tenía el pelo rizado.
En Pensilvania está una de las heladerías más conocidas de
la Ciudad; Chiandoni donde en una barra muy de los años cincuenta, recuerdo que
mi abuelo paterno nos sentaba mientras nos servían nuestras bolas de nieve de
elote o pistache en barquillos.
En Tennessee había unas canchas de Squash a las que íbamos a
jugar durante los veranos de la adolescencia.
En la cuchilla que forman Luisiana y Dakota se encuentra
desde hace más de cuarenta años una panadería a la que desde Oklahoma caminaba
durante varios días de la semana por el bolillo para la familia. La
nomenclatura de las calles de la colonia Nápoles reordenó la geografía
norteamericana de una manera que ningún estadounidense la reconoce.
Ciudades y estados se cruzan y forman intersecciones que en
el mundo físico son imposibles. Mientras en esa apócrifa geografía Wisconsin y
Milwaukee son paralelas y nunca se cruzan una con la otra, con los años aprendí
que vivir en Milwaukee era vivir en la ciudad más importante de Wisconsin. Por
lo visto es una tradición en los urbanistas de la Ciudad de México reorganizar la
geografía. Otros ejemplos están la colonia Roma o la Juárez.
Las colonias Ciudad de los Deportes y Nochebuena que colindan con la Nápoles extienden
la nomenclatura y la geografía fantástica; Detroit termina en Florida. Boston
cruza Atlanta, Cincinnati y Baltimore. Carolina separa al Estadio de la Ciudad de
los Deportes de la Plaza de Toros México.
Cuando uno ve los mapas de Estados Unidos se da cuenta que Vermont
nunca será más grande que Ohio o que Minnesota no es diminuta y cercana a
Miami, pero los norteamericanos han hecho un poco de lo mismo en su vasto país
y creado ciudades que intentan en el nombre rememorar las glorias de otros
continentes, así tenemos Paris, Texas, que además sirvió de título para una de
las obras maestras de Wim Wenders, pero además existen otras cuatro homónimas
de la Ciudad Luz en Illinois, Arkansas, Maine y Missouri. Toledo en Ohio, la
ciudad de Copenhagen en el estado de Nueva York y Elsinore en Utah entre muchas
otras. Existen también las referencias a nuestro país y ahí están las muy
mexicanas comunidades de Chalco, Nebraska. Parral, Ohio. Saltillo, Indiana. Perote,
Alabama. Tampico, Washington. Durango, Colorado. Toluca, Illinois y mi favorita
de todas Churubusco, Indiana.
Después de 40 años de haber cambiado de domicilio en más de
una ocasión, la cara de una colonia llena de casas habitación y pocos edificios
se ha transformado gracias a una predominante arquitectura vertical. Muchos
negocios han desaparecido o se han transformado, otros se mantienen en la
colonia incluyendo aquel restaurante polaco llamado Mazurka, al que mi padre
nos llevaba de vez en cuando y donde conocí uno de los platillos que más me
gusta y a veces preparo llamado Bigos; una mezcla de carnes y embutidos
con col agria y comino. El dueño era un hombre platicador y amable que presumía
haber servido la comida a Juan Pablo II en su primera visita al país y al que
los domingos nos encontrábamos algunos domingos en el Aurrera de Georgia. Él
salía con su cargamento rumbo a Nueva York y nosotros rumbo a Oklahoma apenas a
unas cuadras de distancia una de la otra.
Este texto se publicó originalmente el 30 de diciembre de 2020 en el portal megaurbe.com.mx
La fotografía es de mi autoría también.