Insurgentes Sur, desde que tengo memoria se mantiene en un
cambio constante. Muchos de lugares que visitaba y frecuentaba a lo largo de mi
infancia y juventud hoy han desaparecido por completo en muchos casos para
transformarse en algo totalmente diferente, este es un breve recuento. Hoy
vemos desaparecer el Cine Manacar y
toda la manzana que ocupaban casas y negocios para dar paso a una enorme torre
llamada Torre Manacar.
El Cine Manacar
que era hasta la década de los ochenta uno de esos enormes cines-estadio que
había en la Ciudad de México, con una enorme pantalla y un telón de madera
dividido en paneles que corrían sobre rieles y al cubrir la pantalla exhibían
un monumental trabajo del pintor guatemalteco Carlos Mérida titulado Los danzantes. Al llegar los noventa, el
cine entró en remodelación y se convirtió en una de esas atrocidades con varias
pequeñas salas que exhiben la misma película con y sin subtítulos, para
finalmente desaparecer por completo en la segunda década del siglo XXI.
Suerte similar corrió el emblemático Vips de San Ángel, que
quedaba entre Altavista y Cracovia, casi enfrente al monumento al brazo de
Obregón y en donde hoy existe una estructura similar a lo que será la Torre Manacar.
Lo mismo sucedió mucho antes, hace ya muchas décadas cuando
las dos torres de edificios de oficinas y un centro comercial que subsiste
gracias a los oficinistas de las torres y que conocemos como Plaza Inn, sustituyeron a un
supermercado con enorme estacionamiento que en la década de los años sesenta
del siglo pasado se asentaba en ese terreno y después fue abandonado a ratas y
malviviente y que en su momento se llamó Super Max o algo por el estilo. En la
cuchilla que forman Pedro Luis Ogazón y Altavista se encontraba el
restaurante-bar en esos años y hasta entrados los ochenta El Perro Andalúz, más tarde un restaurante que se llamó La Casa de los Arroces y hoy es una
cafetería de señoras fufurufas de la zona, hipsters y chavos wanabi llamado Il Giornale.
En los años 70 en algún punto de lo que son hoy oficinas y
restaurantes, entre Barranca del Muerto y Altavista, había una pequeña especie
de centro comercial, donde mi papá nos llevaba los domingos a comer
hamburguesas, las hamburguesas no recuerdo si eran buenas o malas, pero si
recuerdo que el lugar era muy blanco, con bancas fijas y mesas de cobertura
plástica. Tal vez la versión de aquellos días de los que hoy llamaríamos
gourmet y presumía un pequeño elevador de banda continua donde subían y bajaban
las cestas, con hamburguesas, hot dogs y ordenes de papas o las cestas vacías
después del apetito de los comensales, y además tenían unas cebollas encurtidas
y pepinillos en vinagre deliciosos que ponían en unos simpáticos platitos en
cada mesa que los hermanos Enríquez como órdagos que éramos devoramos uno tras
otro ante la mirada de terror de las meseras. El restaurante se llamaba Tabbis y sobrevive en la memoria
familiar por esa voracidad con la que vaciábamos los platitos aquellos.
Como de la misma manera desaparecieron los lugares donde mi padre estacionaba el carro en batería y comíamos hamburguesas.
También en los setentas enfrente a donde se encuentra la
estación doctor Gálvez del Metrobús había una especie de pequeñísimo parque de
diversiones bajo techo llamado Mundo féliz,
en él había las primeras camas de aire para saltar que recuerdo, un cuarto
que daba vueltas hasta que los muebles quedaban en el techo y uno quedaba
sentado en el techo. También, había unos carros chocones que rodeados de un
enorme salvavidas amarillos y rojo. Poco tiempo después en la planta baja de
ese edificio y en donde me supongo que hoy está un Vip’s se abrió un
restaurante llamado Los Comerciales donde
a los meseros les gustaba jugar bromas pesadas a los comensales, por ejemplo,
había unas campanas en el baño de mujeres que sonaban cuando alguien salía de
él, lo que provocaba a los meseros a recibir a la cliente con aplausos y fanfarrias
a su regreso al salón comedor, acto al que se sumaban los clientes. Esto en los
tiempos que corren de lo políticamente correcto sería tomado como un acto de bullying,
ofensivo capaz de generar una demanda o por lo menos un no menos agresivo video
en Youtube para desprestigiar al restaurante.
En contra esquina de la Torre Murano, donde comienza a
levantarse otro alto edificio, por años estuvo el restaurante La Cava.
En la esquina donde hoy se yergue la Torre Murano por años
se ubicó la juguetería Ara, donde
cuando comenzaba a trabajar en la producción de programas para Instituto
Nacional del Consumidor, también sólo memoria el día de hoy, me tocó ver a una muy
nerviosa madre llegar a comprar dos carriolas dobles. Ara, una juguetería luminosa que alegraba la vista de los niños
desde que tengo uso de razón, desapareció de la noche a la mañana y la oscura
leyenda urbana dice que el dueño perdió sus tres jugueterías en una noche de
póker y apuestas.
Lo mismo sucedió con otra famosa juguetería que se
encontraba frente a Liverpool de insurgentes sobre la calle de Parroquia, más
que una juguetería era un local donde vendían a una famosa muñeca mexicana, que
tal vez en su momento no solo compitió con Barbie si no que al menos en nuestro
país era más famosa. La televisión pasaba muchos comerciales de la muñeca cuyo
nombre Juanita Pérez, con el tiempo la
volvió demasiado vulgar y poco atractiva para las niñas clasemedieras que a
pesar de las devaluaciones preferían a la rubia Barbie, que era compacta y de bolsilla a la tosca y mestiza Juana.
Al lado del establecimiento donde vendían a la muñeca y sus
accesorios, había un restaurancillo llamado Alden
donde fui a desayunar durante mis primeras pintas en la secundaria. Un par de
cuadras más al norte y antes de llegar al Parque Hundido, durante años existió
un restaurant / bar / cafetería y panadería llamado La Veiga donde durante años se organizó una entrañable tertulia de
gamberros ex alumnos del Colegio Madrid,
todos los lunes por las noches.
Permanece el Sanborn’s
de San Antonio y Vips de Alabama ahí
siguen, como el Hotel de México, que
ni fue hotel y sólo cambio de nombre a WTC
y un gran centro comercial. Permanecen el Teatro de los Insurgentes y la Comercial Mexicana de Plateros.
Esos son algunos de los cambios que recuerdo en avenida de los
Insurgentes en su sección sur, sé que, hacía el centro y norte también los ha
habido sólo que esas zonas las conozco mucho menos.
Armando Enríquez Vázquez
3 comentarios:
Hola, no sé cuando habrás escrito esto, pero apenas lo estoy decubriendo. Yo recuerdo el restaurane llamado Mesón del Perro Andaluz y el bar era "El Bar Guau". También las hamburguesas que mencionas ¿No podrían ser las de Tom Boy? A mi me gustaban las que parecían más bien como de jamón. También se encontraba cerca el "Shakey's Pizza" si es que lo escribí bien.
Hola, interesante encontrar esto. No, el Tom Boy estaba más al norte, poco después de pasar el Liverpool de Insurgentes y la avenida Félix Cuevas, casi frente a donde estaba Paris-Londres.... La Gran Boutique; y podías pedir desde el auto, al estilo de las bronto-hamburguesas de Los Picapiedra, he, he. Las hamburguesas que se mencionan si eran las de Tabbis y a mi familia también le gustaba mucho ir ahí, y también mis favoritas eran las de jamón y queso. Justo encontré esto porque en la añoranza me dio por prepararme una de ese estilo, y se me ocurrió "googlear" Tabbis para ver si subsistía en la memoria de Internet, he, he. Recuerdo muy bien la banda por donde subían y bajaban los platos... la que me recordaba al elevador de choferes del estacionamiento del Palacio de Hierro de Durango, que sigue existiendo y funcionando.
Acerca de los aplausos a la salida del baño en Los Comerciales, no era simplemente por salir de allí, es que había una pequeña estatua del David de Miguel Angel, en los lavabos, como de alabastro, y tenía una hoja de parra de metal cubriéndolo al estilo Adán, la hoja tenía bisagra para levantar, así que si alguien lo hacía, afuera se prendía una luz y sonó a un timbre, por eso los meseros aplaudían a la mirona al salir del baño.
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