El 11 de enero de 2018, supuestamente cayó un meteorito en
el área metropolitana de la Ciudad de México, allende la evidencia de un objeto
atravesando el cielo al poniente de la CDMX y una estela llamativamente
anaranjada, nada se supo al final sobre lo que también pudo tratarse de simple
basura espacial, o sea los restos de un satélite al entrar en la atmósfera.
Algunos videos en Youtube dicen que el meteorito cayó en
Morelos. (1)
Los meteoritos son siempre fuente que alimenta la
imaginación popular o el subconsciente colectivo; pensamos inmediatamente que
algo que viene del espacio exterior puede traer al conquistador de nuestro
planeta en él, en la forma de un alienígena tipo Predator o Alien o de un virus
o bacteria desconocida.
Decir “meteorito” para algunos es pensar en el evento de
Siberia en 1908, para otros en la extinción de los dinosaurios. Sin duda la
palabra meteorito implica para millones de personas al oírla una suerte de
apocalipsis. Por más que en más de una ocasión se nos haya informado la
cantidad de material proveniente allende la atmósfera de nuestro planeta que
“cae” en la tierra a diario.
Ejemplo: las estrellas fugaces que no llegan a tocar el
suelo y para muchos son símbolo de buena suerte, son meteoritos. Pero también
está la basura espacial generada por los seres humanos; satélites que terminan
cayendo cuando su órbita entra en el campo gravitacional de La Tierra y que en
ocasiones nos han tenido a la expectativa y apostando a ver si un pedazo de los
paneles solares de tal o cual satélite no cae sobre nuestra casa o en nuestro
trabajo.
De hecho, en la divertida serie de humor negro de la primera
década de este siglo Death like me, Georgia
Lass, personaje principal de la serie, muere en el primer capítulo al ser
golpeada por la tapa de un escusado de un satélite artificial.
En la Ciudad de México tenemos nuestros meteoritos como
recuerdo de que estos cuerpos celestes llegan a traspasar la atmósfera
terrestre. Algunos están resguardados en Palacio de Minería, antigua escuela de
Minería e Ingeniería, que se ubica en la calle de Tacuba a la entrada se encuentran
varios de estos cuerpos celestes que cayeron en el norte del país y fueron
traídos a la Ciudad hace ya más de cien años.
Lo que sorprende de estos enormes restos de viajeros
espaciales no es lo mismo para todos, al pararse frente a ellas es imaginar ese
andar por lugares que no sólo me son inaccesibles, si no que por más que avance
la tecnología en las próximas décadas, ni así me será posible llegar a ellos.
Para los burócratas que administran el Palacio es más importante hacer notar a
los visitantes que no deben tocar, ni ver en ellos otra cosa que algo
prohibido. Por eso tal vez el letrero que las autoridades de la Universidad
Nacional Autónoma de México pusieron en las meteoritas (ahora resulta que estos
cuerpos celestes tienen género también, aunque después investigando la palabra
parece ser que los astrónomos de la UNAM en esa búsqueda por la equidad de
género han decidido usar la palabra y aclarar que es sinónimo de meteorito.)
pues en todos lados leo meteoritos y sólo en el Palacio de Minería me topé con
la palabra meteorita, tal vez sea para borrar ese sexismo y machismo tan
evidente en nuestro país.
El letrero es claro y legible: “No subirse a las meteoritas”.
La prohibición es clara lo que no es claro es si con ella se pretende evitar
que la gente desgaste con sus traseros o zapatos lo que el espacio, el tiempo y
la velocidad generada por la fuerza de gravedad en el momento de contacto con
la atmosfera de nuestro planeta no pudieron. O si se trata de impedir que una
niña o un niño sueñen trepados en la meteorita con llegar a otros mundos del
espacio sideral. Impedir que lleguen a imaginar posados en la superficie del
cuerpo celeste la soledad que debe haber sentido El Principito en su asteroide,
con su flor y moviendo la silla para ver innumerables veces el atardecer.
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