Oklahoma 148 es la dirección de la casa donde pase mi
infancia y adolescencia, los textos de esta colaboración tienen que ver con
esos años y las reflexiones que hago 40 años después.
Armando Enríquez
Vázquez
En los años setenta cualquier puesto de periódicos era
nuestra muy reducida y parcial pantalla del mundo, a diferencia de la
televisión o la radio un puesto de periódicos estaba lleno de información. Más
allá de los diarios de circulación nacional con sus portadas aun en blanco y
negro con la información que les permitía el gobierno del PRI, o la edición en
sepia característica del diario; Esto! Estaba la siempre atractiva nota
más allá de lo roja en el tabloide legendario: Alarma! Revistas y
pasquines con diferentes temáticas. Los fascículos semanales que tras comprar
el nuevo número cada ocho días a lo largo de 453 semanas te permitía tener una
enciclopedia temática, Comics y otras revistas infantiles entre los que
recuerdo a Lorenzo y Pepita, El pato Donald, Joyas de la Mitología y las
muy futboleras Borjita y Pirulete que firmaba Carlos Reinoso.
Pero la más llamativa y de la que fuimos asiduos lectores mi hermano Gonzalo y
yo fue Duda.
Duda era una revista cuyo contenido se dividía en
dos; información de lo sobrenatural a manera de notas en formato de diario o
semanario y una parte central a manera de dossier, con un comic que contaba una
historia acerca de fenómenos paranormales, casos OVNI y de extraterrestres, así
como a lo que hoy conocemos como teorías de conspiración.
Fue en las páginas de la revista que bajo la enorme palabra
Duda en la portada aclaraba: Lo increíble es la verdad, donde a mis
conocimientos geográficos sobre La Tierra añadí el de que el planeta era hueco;
se podía acceder al interior por los polos, en especial por el Polo Norte y
además había una civilización que habitaba el interior del planeta muy
probablemente de origen extraterrestre. Los creyentes de esta teoría aún existen,
pero se contraponen con aquellos que desde el inicio de la humanidad aseguran
que la tierra es plana y tienen incluso una sociedad al respecto o aquellos que
se extinguieron antes de poder probar que la tierra era el caparazón de una
enorme tortuga.
También leí por primera vez acerca de cómo los platillos
voladores habían decidido mostrarse de manera muy descarada después de la II
Guerra Mundial y de cómo raptaban a la hija del granjero y otros seres humanos
para experimentar en ellos cosas innombrables que después se llamarían
perversiones y hoy, utilizar juguetes sexuales. Del maya que volaba naves
espaciales, de los extraños gigantes de la Isla de Pascua que miran hacía el
infinito y más allá. Las bases espaciales submarinas y los atlantes de Tula con
sus armas a la cintura como cowboys de historieta de Druillet.
Para mí las historias de fantasmas, posesos y cosas por el
estilo nunca me han atraído demasiado a diferencia de aquellas que nos prometen
encontrarnos con seres de otros mundos o con la capacidad de viajar en el
tiempo.
Roswell no era todavía un tema tan relevante como lo es hoy
y se hablaba más de casos en las carreteras argentinas o rurales del centro de
Estados Unidos. En un pequeño libro que la misma Editorial Posada, responsable
de Duda, editó como parte de unos Especiales de Duda conocí por
primera vez la historia del Mothman, claro que no era ni la mitad de lo
que es hoy el mito de esta criatura y el dibujo que ilustraba el texto era de
un ser que podría habitar en El jardín de las delicias de El
Bosco. Los extraterrestres no eran ese lugar común del pequeño humanoide con
ojos almendrados totalmente negros.
Erich von Däniken aparecía en las páginas de Duda, así
como du compatriota el fantoche Billy Meier. Los seres de otro mundo viajaban
entonces más por La Tierra que los seres humanos en sus aviones.
El Hombre viajaba a la Luna en las diferentes misiones
Apolo, en la televisión veíamos muchas caricaturas y programas con temática
espacial y todo aquello que sonara a estrellas y seres inteligentes o agresivos
de otros mundos resultaba muy atractivo para todos los niños y jóvenes.
Vivíamos pensando que para el entonces lejano año dos mil
todos viviríamos, o al menos tendríamos la posibilidad de constantemente viajar
más allá de la atmosfera terrestre. A mundos que el ser humano conquistaría y
disfrutaría a sus anchas.
Eran también los años en que Pedro Ferriz Santacruz conducía
su programa Un mundo nos vigila que era difícil de ver porque pasaba a
horas en las que debíamos estar preparándonos para dormir por un lado y por
otro porque mi padre siempre dijo que esas eran tonterías y cosas para zafios,
Ferriz era burla en su propia casa de trabajo, pues Los Polivoces en su
programa de televisión lo satirizaban. Aun así, Ferriz Santacruz fue el
antecesor del poco serio Jaime Maussan y su programa lleno de mezquinos
infomerciales. Un mundo nos vigila se produjo en diferentes etapas y empresas y
las ultimas emisiones son de la primera década de este siglo. Muchos lustros
pasaron desde aquellos días de mi infancia y tuve el honor de conocer y
producir una entrevista con Ferriz Santacruz, también pionero de la radio y
televisión en nuestro país. Descubrí entonces a un hombre culto, con grandes
conocimientos científicos y un sentido del humor que era el de su generación
limpio y simplón. Ferriz Santacruz era un creyente, que no un fanático, de esas
civilizaciones alienígenas que supuestamente de visitan nuestro planeta.
Conoció e hizo amistad con personajes tan importantes dentro de la ufología
como Allen Hynek, a quien mucho conocimos gracias a su aparición en la cinta de
Steven Spielberg Encuentros cercanos del tercer tipo.
En aquellas paginas de papel económico de la revista, que no
llegaba a ser papel revolución, no sólo sucumbí durante horas a la lectura de
sus textos e historias, sino que alimenté mi imaginación y me hice de historias
para contar y asustar a mis hermanos menores, para asustarme a mi mismo y para
ganar siempre la mirada reprobatoria de mi padre cuando me oía hablar o
preguntarle sobre los seres que desde otros mundos observaban y asediaban a La
Tierra.
A veces cuando no
estoy en la ciudad y el cielo no es opacado por el brillo de los leds o del
vapor de sodio de las calles y los rascacielos, miro el firmamento y me imagino
en la portada de un viejo Duda que habla de la llegada de los
extraterrestres a una casa de campo para crear el picnic de la historia final
de Crónicas marcianas, pero en La Tierra.
publicado originalmente en megaurbe.com.mx el 21 de enero de 2021
imagen es de mi autoría
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