Mis abuelos vivían en Anzures, en la calle de Michelet, en
Anzures. Al final de la calle hay una especie de cuchilla truncada, donde la
calle se une a una avenida en desnivel que se llama Darwin y paralela a la
antigua Melchor Ocampo, la calle de Thiers es la otra calle de esta cuchilla, y
como hoy, era la que bajaba conectando Anzures, con la colonia Cuauhtémoc y al
cruzar Melchor Ocampo se convierte en Río Mississippi.
El llamado progreso acabó con Melchor Ocampo y su enorme
camellón, que tenía escalinatas para subir de la Colonia Cuauhtémoc a Anzures,
lo convirtió en una enorme vía sin semáforos a la que llamamos Circuito
Interior, el arbolado y verde camellón dio paso al gris concreto que tanto
gusta a los grises burócratas y mandatarios de la Ciudad de México y del
entonces Distrito Federal, como si el color de sus ideas tuviera algo que ver
con el de una ciudad habitable.
A finales de los años sesenta, muchos fines de semana los
pasaba en casa de mis abuelos. Recuerdo que cuando el hombre llegó a la Luna lo
vimos en un extraño mueble que mis abuelos tenían en la sala en el que se
encontraban juntos el televisor blanco y negro de bulbos, el tocadiscos y el
radio. También, recuerdo: enormes latas de Chilorio con una etiqueta azul cielo
y un enorme cerdo, cajitas de madera con papeles brillantes de colores que
guardaban cajeta con nueces que le regalaban a mi abuelo y recuerdo paseos
matutinos, con mi abuelo, que iniciaban saliendo por la puerta de la casa, caminábamos
media cuadra llegábamos a Darwin y caminábamos hasta Mariano Escobedo, donde
hoy se encuentra el Hotel Camino Real. Abajo, del otro lado de Melchor Ocampo,
iniciaba el camino de unas cuantas cuadras que llegaba a Paseo de la Reforma y
al Cine Diana.
En aquellos días Paseo de la Reforma era una avenida donde
se encontraban imponentes cines, recuerdos de las décadas de los cuarentas y
cincuentas del siglo XX que hoy son solo memoria de algunos cuantos: El
Chapultepec, donde se encuentra la Torre Mayor, El Diana hoy convertido en esas
multisalas que huelen a palomitas y desinfectante que se diseñan a partir de cajas
de zapatos, El Latino moderno en sus días, con su enorme pantalla y una
alfombra azul que descendía como ladera y en la que los infantes se rodaban
previo a la función. El Roble, que a sin hacer honor a su nombre quedo dañado por
el hachazo del temblor de 1985 y que hoy se ha convertido en la sede del senado
de la nación.
Pero abajo donde Thiers se convierte en Mississippi, había
tiendas y negocios que desaparecieron con la llegada del Circuito Interior, sólo
un antro de mala muerte sobrevivió un par de décadas y una tienda de piñatas
que despliega la gran variedad de diseños y personajes convertidos en figuras
de papel y cartón que los niños se encargan de destrozar a punta de garrotazos.
Pero mi recuerdo más borroso tiene que ver con ese enorme
camellón con escalinatas que desapareció. La infalible acción de aquellos
gobiernos del PRI encargados de borrar la memoria de la ciudad en aras de
nombres idiotas y tecnócratas, Periférico, Viaducto, Circuito Interior, han
intentado siempre de volver impersonal a la gloriosa Ciudad de México. Tal vez
los habitantes de Río Guadalquivir, no sepan con exactitud donde se encuentra,
la vía fluvial que da origen al nombre de la calle, ni que provincias cruza el
cauce del río, pero al dar su dirección la darán con mayor gusto que aquel que
se limita a Norte 25 número 345 interior 7, quien sin duda se debe sentir
totalmente despersonalizado y debe estar buscando la oportunidad como el
jugador de futbol americano de los Bengalíes de Cincinnati cambiar su nombre
por el de Ochocinco.
Así gracias a grúas, Bulldozer, aplanadoras y una capa de
asfalto Melchor Ocampo dejó de ser el nombre de aquella calle para convertirse
en desangelado Circuito Interior, poco después en aras de cerrar ese circuito
la calle de José Vasconcelos también sucumbió al genérico Circuito Interior, al
desaparecer una calle por amplia que sea pero que tiene características para el
transitar de seres humanos, desaparecen comercios sustituidos por el negro humo
que es expedido por los camiones que nunca han sido regulados y siempre han
servido para que el mito de la contaminación en la capital de la república no
lo sea. Por veloces y destartalados transportes colectivos concesionados que
atropellan a peatones y los derechos humanos de aquellos que por necesidad o
masoquismo se transportan en ellos.
Río Mississippi recibe hoy un cauce de automóviles que muchas
veces la convierte en imposible de cruzar y en otros momentos cuando el número
de vehículos supera las posibilidades lógicas de circular a cualquier
velocidad, se transforma en un rio congelado que los peatones cruzamos hasta en
cámara lento o paso de gallo-gallina, seguros que habremos de llegar sin peligro
a la otra acera.
Existen muchas cosas de la geografía de Melchor Ocampo y
detalles que no recuerdo, solo sé qué como en los tiempos actuales, en los años
setenta, primero se pensaba en el concreto que en las áreas verdes.
Quedaron calles con nombre de hombres menos importantes en
la memoria colectiva de la historia oficial de México, como Protasio Tagle o
Vito Alesio Robles, pero Melchor Ocampo perdido o mejor dicho sepultado por el
concreto hidráulico de una modernidad sin sentido, ni dignidad, ha perdido
aquella magnifica avenida, su camellón y la oportunidad de ser parte de la Guía
Roji de nuestra cotidianidad.
Armando Enríquez Vázquez
1 comentario:
Hola. Viví 31 años en Río Pánuco esquina con Melchor Ocampo. No he encontrado buenas fotos del camellón arbolado que separaba las colonias Anzures y Cuauhtémoc y que, en algún momento, marcaba el límite del Lago de Texcoco. Recuerdo una escena filmada en dicho camellón con un Juan Ferrara muy joven, seguramente en los años sesenta. Tengo confianza en que alguien incluya una imagen del lugar desaparecido. Saludos.
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