lunes, 31 de mayo de 2021

El Metro



Oklahoma 148 es la dirección de la casa donde pase mi infancia y adolescencia, los textos de esta colaboración tienen que ver con esos años y las reflexiones que hago 40 años después.

Armando Enríquez Vázquez

El Metro de la Ciudad de México fue inaugurado el 4 de septiembre de 1969 por el entonces presidente Gustavos Díaz Ordaz así lo dice la placa oficial que esta en la estación de la glorieta de Insurgentes.

Los capitalinos sentíamos que ya formábamos parte del primer mundo, algo que dos años después comenzaría a desaparecer cuando la demagogia de melodrama de cuarta creó el tercer mundo para instalar a nuestro país desde la presidencia como el paladín de los pobres.

Para una gran parte de los mexicanos el Metro comenzó a representar la única opción para trasladarse a sus lugares de trabajo y con el tiempo, la ampliación de líneas y de estaciones un verdadero ahorro de dinero y sobre todo de tiempo.

Pero en un principio el Metro también fue una novedad que provocó el turismo chilango. En lugar de un museo había que ir a conocer al Metro y subirse en él, como quien se sube a una diversión en la feria de Chapultepec. Así conocí junto con mis hermanos el Metro ese mismo año. En realidad, debo aclarar que sólo recorrimos unas cuantas estaciones de la Línea 1 del transporte subterráneo de la Ciudad de México.

Mi madre, la mujer que ayudaba en la casa y tres de mis hermanos tomamos un taxi que nos llevó de la Colonia Nápoles a la estación del Metro Chapultepec. La curiosidad de mi madre quedó satisfecha y para nosotros fue una verdadera aventura viajar por un túnel que atravesaba parte de la ciudad, lo que lo hacía mucho más emocionante al trenecito de cualquier parque de diversiones. El brillante color anaranjado de los convoyes. El sencillo, claro y llamativo diseño para marcar cada estación y que años después aprendí que venía de la mente de un brillante diseñador gráfico Lance Wyman que también diseñó la iconografía para los Juegos Olímpicos de 1968, así como para varias empresas nacionales como La Moderna, la fábrica de pastas, el hotel Camino Real y el extinto supermercado De Todo, entre otras. El Metro era un presagio del gran futuro que esperaba a México.

Mis recuerdos se reducen al relumbrante tren anaranjado, que en su interior estaba impecablemente limpio con los asientos forrados en un plástico azul enfrentaba a los pasajeros y su luz artificial, que permitía adivinar la superficie de concreto del enorme e infinito túnel que encapsulaba al convoy entre estaciones. En aquella ocasión nos limitamos a sentarnos recorrer un tramo, salir del vagón cruzar para llegar al andén del tren que iba en sentido opuesto para regresar a Chapultepec y de ahí un taxi a la casa. Claro que la visita al nuevo medio de transporte colectivo no se repitió y quedó como la anécdota de quien va hoy a visitar una el lobby del edificio Manacar para ver el mural de Carlos Mérida que fue el telón del enorme cine que alguna vez estuvo en esa esquina de Insurgentes y Río Mixcoac, o a la vaca de cinco patas y tres ojos que alguna vez hubo en el zoológico de Chapultepec.

No volví a subirme al Metro hasta la preparatoria para ir a hacer un trabajo al Centro Histórico de la Ciudad. En esos años, finales de la década de los setenta, la necesidad de utilizar el transporte me llevó junto con un grupo de amigos en aventura, recorríamos estaciones de las diferentes líneas existentes en el momento por el simple placer de moverse en metro, salir en los extremos de las líneas y descubrir partes desconocidas de la ciudad. Así por primera vez la horrible arquitectura de la Terminal de Autobuses del Poniente en la estación Observatorio, la entonces ordenada de la estación Taxqueña. No llegamos ni a Pantitlán, ni a Cuatro Caminos, pero con el tiempo y la necesidad de ir al centro visite muchas en esos años. Vi los restos el resto de pirámide en Pino Suarez y la circular estación que es la glorieta de los Insurgentes. Los pasillos llenos de tiendas de comida en los enormes y amplios pasillos que hoy son franquicias en buena parte, pero durante las primeras décadas eran similares a puestos ambulantes de la calle con enormes pilas de tortas y otros alimentos para ser consumidos por los millones de personas que a diario se transportan en el Metro, y a pesar de ello hasta la llegada de los gobiernos de Izquierda a la ciudad que han tenido logros en otras aéreas, sin duda, el Metro era un transporte limpio.

El gran Chava Flores le compuso una de sus satíricas composiciones. Y años después Rockdrigo perdió al amor de su vida en la estación Balderas. Los boletos del Metro son objetos coleccionables y en los tianguis siempre hay alguien que vende diferentes ediciones, sobre todo desde que los miembros de la izquierda decidieron hacer un gran negocio personal con ellos imprimiendo diferentes versiones de manera frecuente, como sí se tratara de un vigésimo de la Lotería Nacional. El Metro ha sobrevivido a los terremotos de 1985 y 2017.

Las diferentes líneas servían no sólo a los nacionales, si no a turistas que se trasladaban de manera segura con sus backpacks, enormes mochilas de viajeros y cinturoneras sin peligro alguno. Durante los ochenta los únicos vagoneros, eran los que boteaban para mantener la huelga de Pato Pascual. El primer gran accidente del metro sucedió en 1975 cuando un tren de la línea dos, impactó con otro en la estación Viaducto. El segundo el año pasado en la estación Tacubaya. El primero fue motivo de una gran cobertura por televisión. El segundo se intentó minimizar por la misma administración del Servicio de Transporte Colectivo Metro que minimiza el incendio en el edificio central y que obligó a parar algunas líneas por varios días y de la importantísima Linea 1 por más de tres semanas.

La caída y deterioro del Metro y sus estaciones; escaleras que se desploman, escaleras eléctricas siempre siendo reparadas, pésima logística en el tránsito de los trenes, basura sobre la basura en los vagones, pintas y vandalismo, vagoneros atacando a pasajeros, puestos de ambulante en los andenes, conductores de los convoyes ebrios, todos han sido logros de la izquierda gobernando la ciudad en prejuicio, contradictoriamente, de las mayorías que necesitan transportarse a diario y cruzar la enorme ciudad. El reciente incendio y parón por tres semanas del transporte vital de esta enorme metrópoli y el desinterés de las autoridades, así como las pobres excusas de la persona encargada de la red nos demuestra que lo que menos importa a esta administración es la gente. La gente que votó por ellos.

publicado originalmente en megaurbe.com.mx el 31 de enero de 2021 

La fotografía es de mi autoría también.

viernes, 28 de mayo de 2021

Duda

 


Oklahoma 148 es la dirección de la casa donde pase mi infancia y adolescencia, los textos de esta colaboración tienen que ver con esos años y las reflexiones que hago 40 años después.

Armando Enríquez Vázquez

En los años setenta cualquier puesto de periódicos era nuestra muy reducida y parcial pantalla del mundo, a diferencia de la televisión o la radio un puesto de periódicos estaba lleno de información. Más allá de los diarios de circulación nacional con sus portadas aun en blanco y negro con la información que les permitía el gobierno del PRI, o la edición en sepia característica del diario; Esto! Estaba la siempre atractiva nota más allá de lo roja en el tabloide legendario: Alarma! Revistas y pasquines con diferentes temáticas. Los fascículos semanales que tras comprar el nuevo número cada ocho días a lo largo de 453 semanas te permitía tener una enciclopedia temática, Comics y otras revistas infantiles entre los que recuerdo a Lorenzo y Pepita, El pato Donald, Joyas de la Mitología y las muy futboleras Borjita y Pirulete que firmaba Carlos Reinoso. Pero la más llamativa y de la que fuimos asiduos lectores mi hermano Gonzalo y yo fue Duda.

Duda era una revista cuyo contenido se dividía en dos; información de lo sobrenatural a manera de notas en formato de diario o semanario y una parte central a manera de dossier, con un comic que contaba una historia acerca de fenómenos paranormales, casos OVNI y de extraterrestres, así como a lo que hoy conocemos como teorías de conspiración.

Fue en las páginas de la revista que bajo la enorme palabra Duda en la portada aclaraba: Lo increíble es la verdad, donde a mis conocimientos geográficos sobre La Tierra añadí el de que el planeta era hueco; se podía acceder al interior por los polos, en especial por el Polo Norte y además había una civilización que habitaba el interior del planeta muy probablemente de origen extraterrestre. Los creyentes de esta teoría aún existen, pero se contraponen con aquellos que desde el inicio de la humanidad aseguran que la tierra es plana y tienen incluso una sociedad al respecto o aquellos que se extinguieron antes de poder probar que la tierra era el caparazón de una enorme tortuga.

También leí por primera vez acerca de cómo los platillos voladores habían decidido mostrarse de manera muy descarada después de la II Guerra Mundial y de cómo raptaban a la hija del granjero y otros seres humanos para experimentar en ellos cosas innombrables que después se llamarían perversiones y hoy, utilizar juguetes sexuales. Del maya que volaba naves espaciales, de los extraños gigantes de la Isla de Pascua que miran hacía el infinito y más allá. Las bases espaciales submarinas y los atlantes de Tula con sus armas a la cintura como cowboys de historieta de Druillet.





Para mí las historias de fantasmas, posesos y cosas por el estilo nunca me han atraído demasiado a diferencia de aquellas que nos prometen encontrarnos con seres de otros mundos o con la capacidad de viajar en el tiempo.

Roswell no era todavía un tema tan relevante como lo es hoy y se hablaba más de casos en las carreteras argentinas o rurales del centro de Estados Unidos. En un pequeño libro que la misma Editorial Posada, responsable de Duda, editó como parte de unos Especiales de Duda conocí por primera vez la historia del Mothman, claro que no era ni la mitad de lo que es hoy el mito de esta criatura y el dibujo que ilustraba el texto era de un ser que podría habitar en El jardín de las delicias de El Bosco. Los extraterrestres no eran ese lugar común del pequeño humanoide con ojos almendrados totalmente negros.

Erich von Däniken aparecía en las páginas de Duda, así como du compatriota el fantoche Billy Meier. Los seres de otro mundo viajaban entonces más por La Tierra que los seres humanos en sus aviones.

El Hombre viajaba a la Luna en las diferentes misiones Apolo, en la televisión veíamos muchas caricaturas y programas con temática espacial y todo aquello que sonara a estrellas y seres inteligentes o agresivos de otros mundos resultaba muy atractivo para todos los niños y jóvenes.

Vivíamos pensando que para el entonces lejano año dos mil todos viviríamos, o al menos tendríamos la posibilidad de constantemente viajar más allá de la atmosfera terrestre. A mundos que el ser humano conquistaría y disfrutaría a sus anchas.

Eran también los años en que Pedro Ferriz Santacruz conducía su programa Un mundo nos vigila que era difícil de ver porque pasaba a horas en las que debíamos estar preparándonos para dormir por un lado y por otro porque mi padre siempre dijo que esas eran tonterías y cosas para zafios, Ferriz era burla en su propia casa de trabajo, pues Los Polivoces en su programa de televisión lo satirizaban. Aun así, Ferriz Santacruz fue el antecesor del poco serio Jaime Maussan y su programa lleno de mezquinos infomerciales. Un mundo nos vigila se produjo en diferentes etapas y empresas y las ultimas emisiones son de la primera década de este siglo. Muchos lustros pasaron desde aquellos días de mi infancia y tuve el honor de conocer y producir una entrevista con Ferriz Santacruz, también pionero de la radio y televisión en nuestro país. Descubrí entonces a un hombre culto, con grandes conocimientos científicos y un sentido del humor que era el de su generación limpio y simplón. Ferriz Santacruz era un creyente, que no un fanático, de esas civilizaciones alienígenas que supuestamente de visitan nuestro planeta. Conoció e hizo amistad con personajes tan importantes dentro de la ufología como Allen Hynek, a quien mucho conocimos gracias a su aparición en la cinta de Steven Spielberg Encuentros cercanos del tercer tipo.

En aquellas paginas de papel económico de la revista, que no llegaba a ser papel revolución, no sólo sucumbí durante horas a la lectura de sus textos e historias, sino que alimenté mi imaginación y me hice de historias para contar y asustar a mis hermanos menores, para asustarme a mi mismo y para ganar siempre la mirada reprobatoria de mi padre cuando me oía hablar o preguntarle sobre los seres que desde otros mundos observaban y asediaban a La Tierra.

A veces cuando no estoy en la ciudad y el cielo no es opacado por el brillo de los leds o del vapor de sodio de las calles y los rascacielos, miro el firmamento y me imagino en la portada de un viejo Duda que habla de la llegada de los extraterrestres a una casa de campo para crear el picnic de la historia final de Crónicas marcianas, pero en La Tierra. 

publicado originalmente en megaurbe.com.mx el 21 de enero de 2021

imagen es de mi autoría