Durante gran parte de la década de los 70 del siglo pasado
mis visitas al Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes eran frecuentes,
enclavado a unas cuantas calles de mi casa en la colonia Nápoles y siendo el
escenario del futbol americano colegial de nuestro país mi padre nos llevaba
semana a semana durante la temporada de la ONEFA y de la liga intermedia. En
aquellos años el futbol americano estudiantil nacional todavía gozaba de gran
popularidad, aunque comenzaba el ataque mediático favoreciendo al futbol
soccer.
Sentado en las bancas de concreto vi jugar a Cóndores,
Guerreros Aztecas, Águilas Reales equipos de la Universidad Nacional Autónoma
de México en la liga mayor y a los cuales apoyábamos, sobretodo a los Condores
que entre sus jugadores incluían a los estudiantes ingeniera, la facultad donde
había estudiado padre. Los adversarios eran las Águilas Blancas, Los Toros de
Chapingo, los Búhos del Politécnico, Pieles Rojas de Acción Deportiva, los
Aguiluchos del Colegio Militar, entre otros, hacía finales de esa misma década
llegué a entrenar durante un par de jornadas con un equipo llamado Jaguares del
Injuve patrocinado por el gobierno del Presidente López Portillo que otorgó la
titularidad de ese primer Instituto de la Juventud a su primo Guillermo, otro de
los tantos orgullos de su nepotismo. En ese par de semanas entrenando en el
estadio fue cuando descubrí la existencia de un túnel que conectaba el Estadio
de la Ciudad de los Deportes con la Plaza México, que años después se convirtió
en mi religiosa y obligada visita dominical.
El Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes tenía en
esa época unas duras gradas de concreto con unos brazos de hierro que emergían
del concreto para clavarse en el respaldo de la rudimentaria banca creando unos
asientos individuales que eran no solo incómodos, sino realmente espantosos. Esos
brazos metálicos con frecuencia estaban pintados de verde.
En 1978 el estadio se vistió de gala para una triste
historia; las Águilas de Filadelfia enfrentaron a los Santos de Nueva Orleans
en lo que fue el primer encuentro de la NFL en nuestro país. Encuentro de
pretemporada que en realidad no le importaba a nadie en México, todo mundo ya
era fan de los Vaqueros de Dallas, los Delfines de Miami y de los Acereros de Pittsburgh
y que además dejó de ser atractivo una vez que el imbécil quarterback de las
Águilas un jugador mediocre de nombre Ron Jaworski comenzó como buen gringo
ignorante a hablar mal de México. Yo no recuerdo que ese encuentro haya
provocado el menor entusiasmo y tal vez, gracias a ese fracaso, la NFL no
regresó a México hasta 1994. Para ese entonces el Estadio ya no se utilizaba
para el futbol americano y era casa del equipo Atlante y más tarde del Cruz
Azul que cambio el nombre del estadio por el de Estadio Azul.
El estadio fue parte del gran sueño de Neguib Simón Jaliffe,
un empresario originario de Mérida que nació en 1896, estudió leyes en la UNAM,
por llevar a cabo una gran ciudad deportiva en lo que en los años cuarenta era
el sur de la Ciudad de México. Donde hoy se encuentran las colonias Nápoles,
Nochebuena, se encontraban entonces dos enormes ladrilleras, de hecho, el terreno
de una de ellas dio lugar con el tiempo al Parque Hundido.
El terreno de la ladrillera Noche Buena, sirvió no sólo como
base para el Parque Hundido, si no para la Ciudad de los Deportes, o lo que el
empresario de origen libanés logró completar de su sueño, porque la bancarrota
le impidió la construcción de la alberca que tenia pensado, junto con los
frontones y las canchas de tenis. Solamente se construyeron el Estadio y la
Plaza de Toros México. La Plaza, aun la de mayor capacidad en el mundo se inauguró
el 5 de febrero de 1946, el Estadio abrió sus puertas por primera vez el 6 de octubre
de 1941, ocho meses después de la Plaza cuando los Pumas de la Universidad Autónoma
de México enfrentaron a los Aguiluchos del Colegio Militar con marcador final
de 16 – 14 a favor de los universitarios.
Curiosamente en un México donde el futbol soccer era sólo uno
más de los deportes que gustaba a los mexicanos, el Estadio que construyó Simón
Jaliffe se convirtió con el tiempo en sede de varios de los equipos más
populares en la capital del país de este deporte, dejando a un lado el futbol
americano para el que había sido construido. América, Necaxa, Atlante, Marte y
Cruz Azul utilizaron al estadio como su casa. Desde 1996 el Cruz Azul rentó el
inmueble y le cambio el nombre por el de Estadio Azul. En 2016 se anunció el
plan para demoler el estadio crear un centro comercial, como se hizo con el
Parque del Seguro Social que fue el estadio de beisbol de la CDMX por décadas,
casa de los Diablos Rojos y de los Tigres.
A principios de abril de 2018, el Cruz Azul jugó por última
vez en su casa y con él terminó la historia del futbol soccer en el hasta ese
día Estadio Azul, pero el último encuentro que se llevó a cabo en el Estadio Olímpico
de la Ciudad de los Deportes fue la final de la naciente Liga Profesional de
Futbol Americano de nuestro país, en su tercera edición el 23 de abril de 2018.
Comenzaron a desmantelar el Estadio ya y en unos años nadie
recordará todo lo que sucedía en las tardes de los sábados alrededor del
inmueble desde hace décadas como con muchas oras cosas que se pierden en la
noche de los tiempos de esta gran Ciudad.
PD: La demolición del Estadio fue cancelada por órdenes de la delegación Benito Juárez y el gobierno de la CDMX unas semanas después de publicado este texto, al parecer al menos hasta 2020 el estadio permanecerá intacto. Será la casa de la Liga de Futbol Americano Profesinal y sede de otros eventos depportivos pero ya no será la casa del Cruz Azul y mucho menos un centro comercial.
PD II: En junio de 2020 el estadio parece perfilarse como casa de nuevo para el equipo de futbol soccer Atlante que se anunció regresa a la Ciudad de México.
Armando Enríquez Vázquez
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