viernes, 14 de julio de 2017

Pequeño breviario del transporte público y concesionado de la Ciudad de México.




Pensar en todos los diferentes tipos de transportes que recorren la ciudad de México llevando diariamente de un lado a otro a personas por una módica, o no tanto, suma de dinero, me ha llevado a enumerarlos no de la manera oficial y ortodoxa, si no de la manera coloquial en la que chilangos y anexos preferimos nombrarlos a partir de la experiencia y de sentir ciudadano lastimado y herido por este tipo de medios que utilizamos para movernos. El orden no es alfabético, como tampoco por importancia, es tan aleatorio como la frecuencia en la logística de la gran mayoría de ellos.  
Pesera: Extinto transporte público en el que usuario pagaba un peso por transportarse de un lugar a otro. Hoy utilizado por aquellos que vivieron los idílicos tiempos en que se amarraban a los perros con longaniza.
Pecera: Actual transporte público fabricado hace por lo menos tres décadas, lleno de vidrios para que los automovilistas que van en las cercanías a estos vehículos puedan observar con claridad el sufrimiento de los usuarios retacados al interior del vehículo y ocasionalmente un asalto o a un flasher o ambas cosas.
Pecerdo: Dícese de todo aquel que conduce unidades de transporte público concesionado y que tiene como hábito de vida el transportar pasajeros como si fueran recuas, sin respetar señales de tráfico, carriles asignados o los oídos de los usuarios.
Pecerda: Por extensión el vehículo que conducen estos neandertales o imbéciles profundos a los que por alguna misteriosa e inexplicable razón las autoridades de la Ciudad de México y el Estado de México les han dado licencias para conducir. Por lo general es también una desgracia en la limpieza interior del vehículo.
Ruletero: Arcaísmo que se utilizaba para designar a los taxis y que pudiera ser utilizado aún en nuestros días, pues subirse a un taxi en ciertas zonas es jugarse la vida en una especie de ruleta rusa donde uno puede ser asaltado, violado, asesinado o simplemente contraer algún tipo de infección cutánea mortal debido al pésimo estado higiénico que tienen casi todas las unidades.
Chimuerto: Antiquísimo camión o pecera cuya circulación ha sido prohibida por las autoridades de la Ciudad de México y aprobada por las del Estado de México, donde la muerte se manifiesta en diferentes formas: tétanos causado por los oxidados fierros que conforman tubos y asientos y en muchos lugares son considerados armas blanca, también materializada en el conductor de la unidad que por lo general es un ser de ultratumba cuya misión es llevarse a la almas de este a otros mundos no necesariamente mejores, o por los asaltantes y violadores coludidos con choferes y autoridades para robar a diestra y siniestra a pasajeros.
Taximiento: Aparato utilizado por los taxis aprobado y calibrado por las autoridades para cobrar a los usuarios, funciona y marca tarifas diferente según el taxi, el taxista y el pasajero.
Taxi de sitio: Automóvil cuyo taximiento funciona con la misma arbitrariedad que el taxi de la calle, pero que está autorizado a cobrar mucho más por el mismo servicio, únicamente por el hecho de hacer fila para estafar al pasaje.
Cajita Feliz: Llamase a los últimos vagones del metro a ciertas horas y en ciertas líneas donde diferentes grupos de la sociedad se dan cita para tocarse y tener algún tipo de encuentros sexuales.
Cocodrilos, Delfines y Ballenas: Antiguos transportes públicos que hacían referencia a la riqueza de fauna que los chilangos esperaban exterminar en todo el territorio nacional y anticipaban la llegada de Cyborgs, Replicantes y Monster Trucks al mundo.
La limusina anaranjada: Enorme vehículo de color naranja que corre sobre rieles y bajo tierra en la mayoría de las estaciones y se conoce también como Metro.
Hasta aquí por el momento.

Armando Enriquez Vázquez

lunes, 3 de julio de 2017

Melchor Ocampo perdido en el Circuito Interior.



Mis abuelos vivían en Anzures, en la calle de Michelet, en Anzures. Al final de la calle hay una especie de cuchilla truncada, donde la calle se une a una avenida en desnivel que se llama Darwin y paralela a la antigua Melchor Ocampo, la calle de Thiers es la otra calle de esta cuchilla, y como hoy, era la que bajaba conectando Anzures, con la colonia Cuauhtémoc y al cruzar Melchor Ocampo se convierte en Río Mississippi.
El llamado progreso acabó con Melchor Ocampo y su enorme camellón, que tenía escalinatas para subir de la Colonia Cuauhtémoc a Anzures, lo convirtió en una enorme vía sin semáforos a la que llamamos Circuito Interior, el arbolado y verde camellón dio paso al gris concreto que tanto gusta a los grises burócratas y mandatarios de la Ciudad de México y del entonces Distrito Federal, como si el color de sus ideas tuviera algo que ver con el de una ciudad habitable.
A finales de los años sesenta, muchos fines de semana los pasaba en casa de mis abuelos. Recuerdo que cuando el hombre llegó a la Luna lo vimos en un extraño mueble que mis abuelos tenían en la sala en el que se encontraban juntos el televisor blanco y negro de bulbos, el tocadiscos y el radio. También, recuerdo: enormes latas de Chilorio con una etiqueta azul cielo y un enorme cerdo, cajitas de madera con papeles brillantes de colores que guardaban cajeta con nueces que le regalaban a mi abuelo y recuerdo paseos matutinos, con mi abuelo, que iniciaban saliendo por la puerta de la casa, caminábamos media cuadra llegábamos a Darwin y caminábamos hasta Mariano Escobedo, donde hoy se encuentra el Hotel Camino Real. Abajo, del otro lado de Melchor Ocampo, iniciaba el camino de unas cuantas cuadras que llegaba a Paseo de la Reforma y al Cine Diana.
En aquellos días Paseo de la Reforma era una avenida donde se encontraban imponentes cines, recuerdos de las décadas de los cuarentas y cincuentas del siglo XX que hoy son solo memoria de algunos cuantos: El Chapultepec, donde se encuentra la Torre Mayor, El Diana hoy convertido en esas multisalas que huelen a palomitas y desinfectante que se diseñan a partir de cajas de zapatos, El Latino moderno en sus días, con su enorme pantalla y una alfombra azul que descendía como ladera y en la que los infantes se rodaban previo a la función. El Roble, que a sin hacer honor a su nombre quedo dañado por el hachazo del temblor de 1985 y que hoy se ha convertido en la sede del senado de la nación.
Pero abajo donde Thiers se convierte en Mississippi, había tiendas y negocios que desaparecieron con la llegada del Circuito Interior, sólo un antro de mala muerte sobrevivió un par de décadas y una tienda de piñatas que despliega la gran variedad de diseños y personajes convertidos en figuras de papel y cartón que los niños se encargan de destrozar a punta de garrotazos.  
Pero mi recuerdo más borroso tiene que ver con ese enorme camellón con escalinatas que desapareció. La infalible acción de aquellos gobiernos del PRI encargados de borrar la memoria de la ciudad en aras de nombres idiotas y tecnócratas, Periférico, Viaducto, Circuito Interior, han intentado siempre de volver impersonal a la gloriosa Ciudad de México. Tal vez los habitantes de Río Guadalquivir, no sepan con exactitud donde se encuentra, la vía fluvial que da origen al nombre de la calle, ni que provincias cruza el cauce del río, pero al dar su dirección la darán con mayor gusto que aquel que se limita a Norte 25 número 345 interior 7, quien sin duda se debe sentir totalmente despersonalizado y debe estar buscando la oportunidad como el jugador de futbol americano de los Bengalíes de Cincinnati cambiar su nombre por el de Ochocinco.
Así gracias a grúas, Bulldozer, aplanadoras y una capa de asfalto Melchor Ocampo dejó de ser el nombre de aquella calle para convertirse en desangelado Circuito Interior, poco después en aras de cerrar ese circuito la calle de José Vasconcelos también sucumbió al genérico Circuito Interior, al desaparecer una calle por amplia que sea pero que tiene características para el transitar de seres humanos, desaparecen comercios sustituidos por el negro humo que es expedido por los camiones que nunca han sido regulados y siempre han servido para que el mito de la contaminación en la capital de la república no lo sea. Por veloces y destartalados transportes colectivos concesionados que atropellan a peatones y los derechos humanos de aquellos que por necesidad o masoquismo se transportan en ellos.  
Río Mississippi recibe hoy un cauce de automóviles que muchas veces la convierte en imposible de cruzar y en otros momentos cuando el número de vehículos supera las posibilidades lógicas de circular a cualquier velocidad, se transforma en un rio congelado que los peatones cruzamos hasta en cámara lento o paso de gallo-gallina, seguros que habremos de llegar sin peligro a la otra acera.
Existen muchas cosas de la geografía de Melchor Ocampo y detalles que no recuerdo, solo sé qué como en los tiempos actuales, en los años setenta, primero se pensaba en el concreto que en las áreas verdes.
Quedaron calles con nombre de hombres menos importantes en la memoria colectiva de la historia oficial de México, como Protasio Tagle o Vito Alesio Robles, pero Melchor Ocampo perdido o mejor dicho sepultado por el concreto hidráulico de una modernidad sin sentido, ni dignidad, ha perdido aquella magnifica avenida, su camellón y la oportunidad de ser parte de la Guía Roji de nuestra cotidianidad.

Armando Enríquez Vázquez