Sábado de Ilusiones.
Armando Enríquez Vázquez
La cita fue el sábado 21 de junio a las ocho de la mañana en el Colegio Madrid. Cuadras antes de llegar, vendedores de lápices, gomas y sacapuntas para aquellos que olvidan lo imprescindible. Cientos de muchachos a pie, taxi, carro familiar, todos acompañados por un amigo o familiar, la mayoría escoltados por todos los miembros de la familia, van a presentar su examen de admisión para las prepas de la UNAM.
Llegando a la entrada del Colegio los chicos separados de sus padres por un mecate forman una fila. Los padres y familiares los acompañamos hasta que ingresan a la escuela.
Junto a nosotros un padre aconseja a su hija:
-¡No importa quién se siente junto a ti, no lo dejes copiar!
Más atrás una familia; papá, mamá, abuelos, hermanos y tal vez, primos, lanza porras a un chico, quién con una actitud fanfarrona parece encaminarse a un ring de box más que a un examen. Otra familia camina en silencio, cabizbaja cómo quién acompaña a un reo al patíbulo. Los muchachos entran al colegio, afuera los familiares y amigos se truenan los dedos, inmóviles ven a los muchachos perderse entre los demás aspirantes. Quieren creer que ése que acaba de entrar es el futuro Octavio Paz, Mario Molina, Julieta Fierro, o en su defecto el siguiente Mosh o Imaz iniciando su carrera. Cuándo los jóvenes son llevados a las aulas y se han extinguido los gritos de “¡Tú puedes campeón!”, Las miradas entusiastas, se tornan normales y el pecho henchido de orgullo recupera su forma de voluminoso abdomen; inicia la espera. Como soldados los familiares dan la media vuelta y se disponen a desayunar; unos suben a sus autos y se dirigen a restaurantes cercanos, otros se suben a los autos y destapan Tupperwares con sándwiches o fruta, la mayoría sólo tiene que caminar tres pasos para encontrarse con un verdadero mercado de alimentos; quesadillas, tacos, gorditas, tlacoyos, sopes, pambazos, tortas, café de olla, Nescafe, o para los exigentes un capuchino o frapuchino. Se arman sobremesas colectivas. Sentados en la acera hay quienes leen el periódico. En el interior de sus autos, otros prefieren dormir una siesta. Hay quién aprovecha para lavar su auto. Un gordo se sienta en la mitad de la calle en lo que pretende ser flor de loto, acompañado de un ridículo perrito, mientras su esposa le trae un gran pedazo de flan de los puestos aledaños.
Pasadas dos horas, la gente comienza a ponerse de pie, se acerca a la puerta por donde han de salir los muchachos. Expectantes los padres miramos al portón azul cerrado. Son poco más de la diez treinta cuando salen los primeros muchachos, casi al mismo tiempo llega un impuntual con su mamá, pretende que lo dejen entrar. A mi lado varios se quejan en voz baja; “No puede ser, porque no se levantó temprano como todos”. Otras voces lo apoyan. El muchacho se limita a sonreír bobaliconamente de cara a la multitud, mientras su madre discute con el guardia. Una espontánea corre a la puerta, cruzando los mecates llega hasta la puerta, algunos le aplauden. Una joven le comenta: “Es la mamá de Pepe, le encanta hacer desmadre, es bien argüendera”. Más jóvenes salen del examen, mientras las señoras siguen discutiendo. El muchacho continúa parado sonriendo frente a la gente. La mamá de Pepe voltea pidiendo aplausos. Al final no logran nada. Ni aplausos ni que lo dejen pasar. El muchacho se retira sonriente.
Los aspirantes van saliendo; tranquilos, sonrientes, mordiéndose las uñas, con ganas de llorar; “Ahora que le dijo a mis papás…”
Uno de los últimos en salir, sale silbando con los brazos en alto y haciendo la “V” de la victoria, Lleva una camiseta del TRI, ahora su única ilusión es que por la noche la selección goleé a Belice.
Imagen: testprep.about.com