En los limites de la colonia Nápoles, cercana a las colonias
Nochebuena y Del Valle, desde que tengo memoria en la calle de Pensilvania, a unos
metros de la Avenida San Antonio, esta una de las mejores y sin duda más
antiguas neverías de la Ciudad de México. Me refiero a Chiandoni. La misma fachada, las mismas letras que lo anuncian, el
mismo salón restaurante y probablemente las mismas sillas y mesas.
Mi abuelo nos llevaba a finales de la década de los sesenta
a mis hermanos y a mí a ese lugar donde más tarde íbamos con mis padres y al
que llegado el día, llevé a mis hijas cuando eran niñas, adolescentes y ahora
que son adultas.
Chiandoni como otras
de las neverías de antaño de la ciudad es un lugar de encuentros familiares o
de amigos o de novios adolescentes a los que aun se ve entre los clientes. Un
lugar de reunión de vecinos de la clase media de la Ciudad de México. A
diferencia de la nevería Rosy de la
Condesa y otras de mediados del siglo pasado Chiandoni sigue manteniendo su “elegancia” retro que se refleja
desde el diseño de la carta que si no es el mismo de hace sesenta años es muy
similar. Las sillas, las mesas y las lámparas quieren recordar al México
sesentero de un gusto parco y extraño que imitaba en muchas cosas las modas
norteamericanas y le daban su distintivo Europeo que lo volvía “moderno y mexicano”.
Las fuentes de sodas totalmente americanas de los sesenta y
setenta en México eran La Vaca Negra
de la que había una sucursal en Anzures en la esquina de Michelet y Gutenberg a
un par de cuadras de la casa de mis abuelos y donde podías comer Hot Dogs de
más 30 centímetros de largo que en aquella época en que nada era superzise parecían la encarnación de la
gula misma con sólo verlos. El Tomboy era otra donde te servían directo
en carro una meseras. Tu orden la dabas en un interfón que quedaba a la altura
del conductor al estacionar el automóvil. Había uno dos en Insurgentes Sur uno
frente al Parque Hundido donde hoy esta una tienda de Bose y el otro junto al
teatro de los Insurgentes.
Más allá de que el tiempo parece haberse detenido al
interior del local; la antigua fuente de sodas con su mostrador de silla
giratorias y refrigeradores con helados permanece, la vitrina de pasteles junto
a la caja registradora y un enorme mural de una Italia en tonos muy tristes, nostálgicos
que además con el paso de los años lo hacen verse aún más viejo, aunque se lo
cierto es que dan un aire nostálgico a la nevería. Lo único que no existía
hasta hace poco es la terraza donde se puede fumar.
Fundada por un exluchador italiano avecindado en nuestro
país en la década de los 30 de nombre Pietro Chiandoni, la nevería de acuerdo
con notas que encuentro se estableció primero en la colonia Roma en 1939, pero
en los años 50 cambia su locación por la tradicional en la Colonia Nápoles.
En el portal Superluchas
me encuentro una nota acerca de Pietro Chiandoni en la que se cuenta que el
italiano venció el 23 de diciembre de 1937 a otro luchador que era de oficio policía
y que se llamaba Mike Durán. Es curioso imaginar a un heladero destrozando a un
agente de la policía. No tal vez, no lo sea.
Hace cincuenta años en la acera de enfrente se encontraba las
bicicletas Benotto, entonces tal vez entre los dos empresarios italianos se reunían
a platicar de la patria y de las desgracias que los alejaron de ella. No lo sé
de cierto sólo lo supongo, como dice el clásico.
Más allá de la locación y muchos de los objetos al interior
de la nevería lo que sigue igual de sabroso como lo eran en mi infancia son los
helados, mis favoritos son el de avellana, pero antes que nada el de elote. Más
allá de los helados tradicionales de fresa, vainilla y chocolate, sería
interesante como al heladero, luchador y empresario italiano se le ocurrió
hacer un helado de elote. Un producto totalmente mexicano y que sigue siendo un
distintivo de Chiandoni, si no sólo sería un recuerdo, así como la nieve de
zapote negro que es otra delicia.
Pietro Chiandoni ya murió, lo mismo que su esposa y al
parecer sin descendientes porque el negocio lo heredaron un par de leales y
dedicados colaboradores del heladero quienes se han preocupado con esmero en mantener
la calidad y sabor de los helados, nieves y especialidades de Chiandoni. De
esta manera el local de la calle de Pensilvania se mantiene llenos de clientes
que se deleitan de los helados y ayudan a mantener la memoria gastronómica de la
ciudad y de la colonia Nápoles y anexas.
Armando Enríquez Vázquez